Cuando escuchamos hablar de glaucoma, solemos pensar en una enfermedad que afecta principalmente a adultos mayores.
Pero el glaucoma también puede presentarse en niños, incluso desde el nacimiento. Aunque es una condición poco común en la infancia, sus consecuencias pueden ser graves si no se detecta y trata a tiempo.
Este artículo está pensado para ayudarte a entender qué es el glaucoma infantil, cómo se manifiesta y qué pasos puedes dar como madre o padre para proteger la salud visual de tus hijos.
El glaucoma infantil es una enfermedad ocular que se produce cuando aumenta la presión dentro del ojo (presión intraocular), dañando progresivamente el nervio óptico.
Este nervio es el encargado de enviar la información visual del ojo al cerebro, por lo que su deterioro puede provocar pérdida de visión e incluso ceguera si no se interviene a tiempo.
Se clasifica en tres tipos principales según el momento en el que aparece:
Glaucoma congénito: se presenta desde el nacimiento o en los primeros meses de vida.
Glaucoma infantil: aparece entre los 1 y los 3 años.
Glaucoma juvenil: se desarrolla a partir de los 4 años hasta la adolescencia.
Aunque la causa exacta del glaucoma infantil puede variar, en muchos casos está relacionada con una malformación en el sistema de drenaje del ojo, lo que impide que el líquido intraocular fluya correctamente y aumenta la presión ocular.
Uno de los principales retos del glaucoma infantil es que muchas veces pasa desapercibido. A diferencia de los adultos, los niños no suelen quejarse de visión borrosa o molestias visuales, por lo que es fundamental que los padres estén atentos a ciertos signos.
Estos son algunos síntomas a los que conviene prestar especial atención:
Ojos grandes o con apariencia abultada (debido a la presión interna elevada).
Lagrimeo excesivo sin motivo aparente.
Intolerancia a la luz (fotofobia): el niño cierra los ojos o parpadea mucho ante la luz solar o luces fuertes.
Nublamiento de la córnea: en vez de verse transparente, el ojo parece grisáceo o “empañado”.
Enrojecimiento ocular constante.
Retrasos en el desarrollo visual o torpeza al moverse.
Desviación ocular (estrabismo) en casos más avanzados.
En los bebés pequeños, una señal de alarma puede ser que lloren mucho al exponerse a la luz, cierren con fuerza los párpados o se froten los ojos con frecuencia.
El glaucoma infantil puede afectar a cualquier niño, pero hay ciertos factores que aumentan las probabilidades:
Antecedentes familiares de glaucoma (especialmente si uno de los padres lo ha tenido en la infancia o juventud).
Malformaciones oculares congénitas.
Síndromes genéticos como el síndrome de Sturge-Weber o el síndrome de Axenfeld-Rieger.
Cirugías oculares tempranas o traumas en el ojo.
Uso prolongado de ciertos medicamentos, como corticoides, en algunos casos.
Si tu familia tiene antecedentes de glaucoma, es recomendable que los controles visuales en tu hijo empiecen antes del primer año de vida y se mantengan de forma periódica.
El diagnóstico debe hacerlo un oftalmólogo pediátrico u optometrista especializado, a través de una exploración ocular completa. En niños muy pequeños, algunas pruebas pueden requerir sedación ligera.
Estas son algunas de las pruebas más comunes para detectar el glaucoma:
Tonometría: mide la presión intraocular.
Examen de la córnea y el ángulo de drenaje del ojo.
Evaluación del nervio óptico con instrumentos especiales.
Medición del tamaño ocular y la curvatura de la córnea.
En niños mayores, también pueden realizarse pruebas de campo visual, aunque su colaboración es clave para que sean fiables.
El tratamiento varía según la edad del niño, el tipo de glaucoma y el grado de daño visual. En muchos casos, se requiere una cirugía temprana para corregir el sistema de drenaje del ojo. También pueden usarse medicamentos en forma de colirios o comprimidos para reducir la presión ocular.
Lo más importante es que el glaucoma infantil necesita un seguimiento constante. Aunque se logre controlar la presión, el desarrollo visual del niño debe ser monitoreado regularmente para evitar pérdidas adicionales de visión.
Como madre o padre, tu papel es esencial en la detección temprana del glaucoma. Aquí te dejamos algunas recomendaciones clave:
Programa revisiones visuales periódicas desde el primer año de vida, sobre todo si hay antecedentes familiares.
Observa con atención el comportamiento visual de tu hijo. Cambios sutiles pueden ser señales importantes.
Consulta al optometrista ante cualquier duda, aunque creas que puede ser algo leve. Más vale una revisión a tiempo que una pérdida visual evitable.
Sigue las indicaciones médicas al pie de la letra si ya hay un diagnóstico. El glaucoma requiere constancia en su tratamiento.
El glaucoma infantil puede parecer un tema lejano, pero estar informados es la mejor forma de prevenir complicaciones. Detectarlo a tiempo permite actuar y proteger algo tan valioso como la vista de tu hijo.
Como padres, no debemos esperar a que aparezcan síntomas evidentes: la revisión visual precoz puede marcar la diferencia.
En nuestras ópticas de Figueres, Olot y Roses, ofrecemos revisiones adaptadas a todas las edades y te ayudamos a dar el paso para cuidar de la visión de los más pequeños. Porque la salud visual también empieza en casa.
American Academy of Ophthalmology. «Childhood Glaucoma»
https://www.aao.org/eye-health/diseases/childhood-glaucoma
Glaucoma Research Foundation. «Childhood Glaucoma»
https://www.glaucoma.org/glaucoma/childhood-glaucoma.php